sábado, 18 de abril de 2009

LA BATALLA





Frente a frente, en el campo de batalla, dos ejércitos se contemplan silentes. Ambos reconocen la ineludible necesidad de combatir. Son dos patrias con sus fronteras sitiadas, no cabe la huida, no entrar en combate significaría la deshonra de la derrota sin lucha. Será esta una batalla cuerpo a cuerpo, sobran las armaduras y las banderas por lo que ambos ejércitos se van desprendiendo de ellas, abandonándolas por el campo de batalla. La misión principal es traspasar las fronteras, destruir las máximas murallas posibles del contrario. La estrategia es ir abriendo las propias.

Los primeros en caer son los besos tímidos de la infantería. La caballería de los dedos cabalga al trote por las caderas, por el torso, se pierden por la retaguardia. Hago retroceder a un pelotón para enviarlo a la vanguardia de su boca. En un desafío a sus labios con el dedo índice, éste queda prisionero. Intenta sobornarlo con su lengua. En una contraofensiva beso sus párpados, su frente, su cuello, su nuca, me hago con el laberinto de sus orejas, apreso el perfume de su pelo. Y consigo que libere al dedo prisionero.

Ella, con el grueso de sus tropas, ataca de frente y quedo rodeado en un apretado y ajustado abrazo. Respondo de igual manera. Son los pies, embajadores diplomáticos en estas lides, quienes consiguen una tregua de piernas entrelazadas. Se distensionan los frentes y soy , luego, el primero en atacar, en una guerra de guerrillas, emboscando su cuello, sus hombros, su brazo izquierdo por la parte más blanda, su axila, sus costillas una a una hasta conquistar su pecho derecho . Aprovecho allí para dar sepultura a mis primeros miedos caídos en combate. Continuo en una avanzadilla por el valle fértil de su vientre, voy apresando sus poros uno a uno. Éstos entregan sus armas, se rinden y se ponen firmes como entrenados soldados del amor.

Pero Ella cuenta con los elementos naturales como aliados, cuenta con el factor sorpresa de las tormentas de verano, con el poder sísmico de los terremotos, con el control del flujo y reflujo de las mareas. Y con todo ello, voltea mis ejércitos, los dispersa y agrupa a su placer, los ahoga, los inflama, sube la temperatura de la contienda cual si fuera ella la responsable de los cambios climáticos del planeta. Va liberando con su boca, uno a uno, mis rehenes, retoma el botín acumulado en mi boca y luego con sus dientes, afiladas guillotinas, va ajusticiando las mentiras en el patíbulo de mi pecho.

Lejos de sentirme vencido, mi espíritu bélico no se amedrenta. En esta pugna mientras más se pierde más se gana, más cerca se está de la victoria. Retomo el ataque desde la base, ascendiendo por los senderos iluminados por la Luna en sus piernas, cruzo las marismas -ya inundadas- de sus muslos, me camuflo en la trinchera de su entrepiernas y desde allí, acoso directamente el umbral, tras el cual , yo sé, se esconde la eternidad.

Concentro el grueso del pelotón en un ariete disfrazado de Caballo de Troya. Ella abre dócilmente su puerta y una vez dentro, la batalla se recrudece, quemándose los campos semánticos, envenenando los pozos verbales, - todo vale en esta gran marcha castrense – cabalgando sobre las ausencias, aplastando bajo los cascos el olvido, confundiéndose las corrientes de los mares de sudor. La contienda no parará hasta agotar todo el arsenal de quejidos y susurros, hasta vaciar todo el caudal de palomas blancas y rojas, haciendo colisionar planetas y estrellas fugaces, ocasionando el Big-Bang que nos reconstruirá de nuevo.

Y hablar, hablar luego bajito, en son de paz. Aún nos queda un par de besos para firmar el armisticio. Algunas caricias sobrevivientes van recogiendo algunas heridas y algunas cicatrices con algunos secretos. Vamos dejándonos caer rendidos, hasta ser envueltos por el sueño reconciliador.

Al alba, el sol, de nuevo, iluminará el incruento campo de batalla. Sin duda, volveremos a utilizar las banderas para ocultar nuestra desnudez ante el mundo y, sin darnos cuenta, antes de salir por la puerta de casa, habremos reconstruido algunas de las fortificaciones anteriormente derruidas. Ya de camino al trabajo... el corazón cuenta sus bajas.





2 comentarios:

  1. Humm, soldado que huye...

    En guerra, amor, sin juegos de artificio,
    ni tratados de paz, ni rendiciones,
    a punta de fusiles, las pasiones,
    empujan el amor al precipicio.

    Lo mejor, después de todo es "hablar bajito, bajito, en son de paz".

    Abrazo de bandera blanca. :)

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  2. Me olvidaba, supe usar esa bella imagen tuya en uno de mis post. Siempre me gustó.

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